Ensayo sobre la ceguera; José Saramago

ensayosobrelaceguera Alfaguara (1995)

 

 De mica en mica els habitants d’una ciutat es van quedant cecs. Les causes són desconegudes i el govern decideix, per resoldre el problema, tancar-los en un camp de concentració. Només la dona del metge manté la vista, la qual cosa resulta un recurs necessari per tal de conduir el relat.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

L’angoixa del relat es va apoderant del lector a mida que es van descobrint els instints més bàsics i animals de l’home, de la raça humana.

Certament l’estil d Saramago pot resultar dur i complicat per a mes d’un lector, però la veritat és que el que compte és el que el lector sent a mida que llegeix. He llegit moltes crítiques d’aquest llibre i és evident que no deixa indiferent ningú. El simbolisme que respira i el salvatgisme que es desprèn posa de manifest el difícil equilibri de les bases en les quals se suporta la raça humana. De fet, en el fons, el que es percep de la lectura dóna explicació als nombrosos crims contra la humanitat recents i, en general, les actituds egoistes de la societat en general.

Molt recomanable, fins i tot per a qui la lectura els hi resulti dura, o potser precisament per aquests.

He trobat que en el discurs al Premi Nobel va dir, entre moltes altres coses el següent:  "Como se ve, el aprendiz ya había hecho un largo viaje cuando en el herético evangelio escribió las últimas palabras del diálogo en el templo entre Jesús y el escriba: "La culpa es un lobo que se come al hijo después de haber devorado al padre, dijo el escriba, Ese lobo de que hablas ya se ha comido a mi padre, dijo Jesús, Entonces sólo falta que devore a ti, Y tú, en tu vida, fuiste comido, o devorado, No sólo comido y devorado, también vomitado, respondió el escriba".
Si el emperador Carlomagno no hubiese establecido en el norte de Alemania un monasterio, si ese monasterio no hubiese dado origen a la ciudad de Münster, si Münster no hubiese querido celebrar los 1.200 años de su fundación con una ópera sobre la pavorosa guerra que enfrentó en el siglo XVI a protestantes anabaptistas y católicos, el aprendiz no habría escrito la pieza de teatro que tituló "In Nomine Dei". Una vez más, sin otro auxilio que la pequeña luz de su razón, el aprendiz tuvo que penetrar en el oscuro laberinto de las creencias religiosas, ésas que con tanta facilidad llevan a los seres humanos a matar y a dejarse matar.
Y lo que vio fue nuevamente la máscara horrenda de la intolerancia, una intolerancia que en Münster alcanzó el paroxismo demencial, una intolerancia que insultaba la propia causa que ambas partes proclamaban defender. Porque no se trataba de una guerra en nombre de dos dioses enemigos sino de una guerra en nombre de un mismo dios. Ciegos por sus propias creencias, los anabaptistas y los católicos de Münster no fueron capaces de comprender la más clara de todas las evidencias: en el día del Juicio Final, cuando unos y otros se presenten a recibir el premio o el castigo que merecieron sus acciones en la tierra, Dios, si en sus decisiones se rige por algo parecido a la lógica humana, tendrá que recibir en el paraíso tanto a unos como a otros, por la simple razón de que unos y otros en El creían.
La terrible carnicería de Münster enseñó al aprendiz que al contrario de lo que prometieron las religiones nunca sirvieron para aproximar a los hombres y que la más absurda de todas las guerras es una guerra religiosa, teniendo en consideración que Dios no puede, aunque lo quisiese, declararse la guerra a sí mismo. Ciegos.El aprendiz pensó "Estamos ciegos", y se sentó a escribir el "Ensayo sobre la ceguera" para recordar a quien lo leyera que usamos perversamente la razón cuando humillamos la vida, que la dignidad del ser humano es insultada todos los días por los poderosos de nuestro mundo, que la mentira universal ocupó el lugar de las verdades plurales, que el hombre dejó de respetarse a sí mismo cuando perdió el respeto que debía a su semejante".